lunes, 20 de agosto de 2012

La conjura


Desde que comenzó el período de la Ilustración ha cambiado mucho en nuestra manera de percibir el mundo. Nos hemos alejado del modelo monoteísta absoluto para iniciar el camino de la Duda y la búsqueda a través del método científico. Ésta metodología comenzó a reemplazar las respuestas divinas dadas por la fe y la pontificación, condicionando y reforzando el concepto de individuo. La cultura occidental comenzó a iluminar todos los aspectos de la vida con las luces de la ciencia, transformando sus organizaciones sociales, los conceptos morales y sus ideas acerca del lugar que ocupa el ser humano en un cosmos cada vez más complejo y en continua expansión. Así fueron posibles la invención los Derechos Universales del Hombre, la Revolución Industrial, el capitalismo y la globalización, entre otros hitos importantes. Hoy padecemos una sensación de superficialidad de la vida, donde todo es descartable y comerciable. Los grandes referentes en los distintos campos de la cultura y el conocimiento parecen haber desaparecido. Nuestra sociedad parece haber llegado al umbral del que, una vez atravesado, no hay retorno. Las últimas grandes ciencias del período de la Ilustración, la Física y la Psicología, nos han llevado a la frontera final. A través de éstas sabemos que nuestro sustrato es energía, que el universo está hecho de una singularidad subatómica y que nuestro sentido del Tiempo es una ilusión. Sin duda, aquí nos toparemos con infinidad de explicaciones filosóficas que aportarán su visión metafísica. Sin embargo, no dejo de sorprenderme cuando consideramos que por existir hace unos cuantos miles de años en la Tierra ya deberíamos haber superado ciertos aspectos de nuestra forma de estar en el mundo. Los seres humanos aun convivimos con la primitiva irracionalidad que nos hace oscilar entre ser dioses o bestias. Por eso nuestra paleta de capacidades va desde de salvar vidas de miles de condenados a muerte por las atroces hambrunas en comunidades saqueadas por las sociedades más ricas hasta descargar bombas atómicas sobre centros poblados. Sí, somos hombres-lobos, vampiros y consumistas de todo lo vendible, incluso los vínculos y los afectos toman formatos mercantiles y negociamos con el amor de los otros. El robo y la explotación forman parte de nuestra vida y nos han educado para aceptar que así sea. Los informativos, las películas de acción, los realityshow, inoculan lentamente nuestra capacidad de reacción, nos anestesian los sentidos y nos domestican para sentir miedo, para imaginar que vivimos en eterno peligro cuyo remedio es consumir lo que sea para sentirnos seguros y felices, para aplacar la ansiedad de movernos en un mundo inseguro. Nos inducen a imaginar que teniendo un arma en la mano somos poderosos como superhéroes y nos habilita a impartir justicia por mano propia o apropiarnos de lo ajeno como forma de venganza, o nos distraen mostrándonos la intimidad de otros, exponiendo impúdicamente una vida para que opinemos y proyectemos nuestras frustraciones y debilidades. Sí, nos rodean los distactores, los sonajeros y las guirnaldas, como si fuéramos bebés a los cuales nos dan un placebo para confundirnos. Lo mejor es elegir cuándo, cómo y por cuánto tiempo nos entretenemos. Sin duda, existen infinidad de opciones. En mi caso, lo hago leyendo, enriqueciéndome con ideas, conceptos y palabras, que es la manera más sana y curativa de deleitarnos. Por eso considero que apagar la tele para abrir un libro es un acto revolucionario. Los invito a formar parte de la conjura.

Marcelo Rodríguez

jueves, 7 de junio de 2012

La civilización del espectáculo


“Este ensayo no aspira a abultar el elevado número de interpretaciones sobre la cultura contemporánea, sólo a dejar constancia de la metamorfosis que ha experimentado lo que se entendía aun por cultura cuando mi generación entró en la escuela…” Así establece Vargas Llosa al comienzo de su último libro La civilización del espectáculo, desde donde analiza el mundo en que vivimos. Es un ensayo anacrónico y autorreferencial, porque mixtura los capítulos con antiguos artículos propios bajo el título de Antecedentes, que resulta ser un formidable y ameno diagnóstico de nuestro tiempo. Para introducir al lector en el tema analiza someramente algunos ensayos, de la enorme cantidad que existen acerca del tema, en los cuales se basa para afirmar o negar algunos conceptos que después profundiza en su análisis. Sin duda, el ensayo Notes towards the definition of Culture de T.S. Eliot, publicado en 1948, es el estudio que más ha seducido a Vargas Llosa y de la que toma, entre otras, la idea de que la alta cultura debe ser custodiada por una elite. “T. S. Eliot afirma que la alta cultura es patrimonio de una elite y defiende que así sea porque, asegura, es condición esencial para la preservación de la cultura de la minoría que continúe siendo una cultura minoritaria. (p. 107). Al igual que la elite, la clase social es una realidad que debe ser mantenida pues en ella se recluta y forma esa casta o promoción que garantiza la alta cultura, una elite que en ningún caso debe identificarse totalmente con la clase privilegiada o aristocrática de la que proceden principalmente sus miembros.”  Si bien, el autor continúa su estudio reflexionando y contestando a los autores de otros ensayos, no aporta nada novedosos en sus ideas. El libro se transforma en una bella catarsis de un hombre enojado que se lamenta por la autoridad perdida de una elite que, según él, debe custodiar la alta cultura. Su análisis es contundente y duro, y se despacha a sus anchas con una infinidad de temas: literatura, cine, música, erotismo, adolescencia, prensa, etc. Sin embargo, no vamos a encontrar nada distinto de lo que ya sabemos acerca de nuestro tiempo, sencillamente coincidiremos o no con algunas opiniones del autor. No obstante, disfrutaremos de la elegancia de su escritura. Es imposible terminar el libro sin tener la sensación de que se ha disfrutado de una buena lectura. Además de esto, el mérito que tiene el trabajo de Vargas Llosa es la oportunidad en la que sale este libro. Es el primero después de haber sido galardonado con el Premio Nobel, es por tanto, un momento de especial expectativa. Intuyo que el autor, con plena conciencia de esto, lanza esta explosiva arenga al mundo, cuya lectura amena y sencilla amplifica su capacidad de llegada a lectores menos exigentes. Quizá, el objetivo del autor sea, precisamente, generar la reflexión acerca de los tiempos que vivimos. Si es así, logra holgadamente el propósito, pues, es un ensayo intensamente provocador que estimula las ganas de debatir.

Marcelo Rodríguez

sábado, 5 de mayo de 2012

En las noches de apagón

En las noches de apagón
la luz huele a cebo
entonces
es más fácil ser humano
sentir miedo
perderse
imaginarse
o temblar.

En las noches de apagón
mi lecho es de pétalos y plumas
entonces
se escucha más fácil la vida
en su semilla
en mi búsqueda
desesperada
a tientas.

En las noches de apagón
te convido una parte del silencio
y te hago cómplice...

En las noches de apagón
un soplido y el amor...

Marcelo Rodríguez

La casa abandonada

“...y yo pasaba los ojos por ella
como si viera una planta que
hubiera crecido contra el muro
de una casa abandonada.”

Y nadie encendía las lámparas
Felisberto Hernández



Sentí su abandono en ese lugar de nadie,
en ese baldío infectado por la memoria:
el trozo de una botella,
las vísceras de una pared que la tierra devora,
papeles que el viento leyó hasta aquí
y un clavo que sostuvo cuadros
y que ahora se pudre olvidado en el muro.

La miré hasta que el sol comenzó a desinflar la luz
y las sombras estiraron sus brazos a la geografía de siempre.
La miré hasta que sentí deseos de abrigar a alguien.

El tiempo fue viciando los ojos que ya no distinguían perfiles
y que empezaban a mirar con las manos, anunciando lo inevitable,
lo que nadie vería,
ni siquiera nosotros.

Marcelo Rodríguez

viernes, 4 de mayo de 2012

Peregrino


Una grieta en la luz
una voz de arena
algo que estremece como un trueno y convoca la humedad
un sudor a tristeza
y las uñas del dolor rasgando entrañas

Así te encontré gemido de ángel
frente a un espejo sin luz
bajo un cielo amordazado y plomizo
batiendo tu mano ciega reclamando un hombro
un bastón
un lazarillo
que ayude a vivir y no sólo a durar

¿Quién llenó tus pulmones de polvo?

Llego como un peregrino y me miro en tu luz
traigo fuegos y horizontes
vengo convidado muletas...

Marcelo Rodríguez

sábado, 14 de abril de 2012

Selva

Las fronteras cada vez más cercanas
están húmedas,
anegadas de lluvias, de barro y vegetación.
Las fronteras bajo el algodón
de las nubes, mullidas, incontinentes.
Las fronteras son la selva,
tu selva,
mi selva.
La selva es nuestra frontera,
más cerca,
aquí.