miércoles, 1 de junio de 2016

Distracciones

Justo en el momento en que estiró los brazos recordó que no había comprado desodorante. ¡Qué torpeza la mía!, se reprochó Roberto. ¡Siempre el mismo distraído! Imaginó que en un rato, después de ducharse no tendría desodorante que ponerse. Se sintió incómodo con eso. De pronto, reparó en que sus manos no habían apretado las de su compañero. Por eso, Nicolás se alejaba vertiginosamente con los brazos extendidos, las palmas de las manos abiertas y con un gesto de horror en el rostro. Nuevamente, Roberto se lamentó por ser tan distraído mientras lo miraba alejarse, cayendo a la arena del circo. Ahora, además del desodorante tendría que comprar flores, pensó todavía columpiándose en el trapecio.