“...y yo pasaba los ojos por ella
como si viera una planta que
hubiera crecido contra el muro
de una casa abandonada.”
Y nadie encendía las lámparas
Felisberto Hernández
Sentí su abandono en ese lugar de nadie,
en ese baldío infectado por la memoria:
el trozo de una botella,
las vísceras de una pared que la tierra devora,
papeles que el viento leyó hasta aquí
y un clavo que sostuvo cuadros
y que ahora se pudre olvidado en el muro.
La miré hasta que el sol comenzó a desinflar la luz
y las sombras estiraron sus brazos a la geografía de siempre.
La miré hasta que sentí deseos de abrigar a alguien.
El tiempo fue viciando los ojos que ya no distinguían perfiles
y que empezaban a mirar con las manos, anunciando lo inevitable,
lo que nadie vería,
ni siquiera nosotros.
Marcelo Rodríguez
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