jueves, 29 de abril de 2010

Los filósofos oscuros


Título: Los filósofos oscuros

Autor: Thomas, Gwyn

Editorial: Siruela

Este libro está compuesto por tres novelas cortas de las cuales, sin duda, las que más he disfrutado es “Los filósofos oscuros” (la que le da nombre a la obra). Las tres novelas, de carácter citadino, comparten la escenografía común de “las barriadas”, que son rancheríos que florecen al pie de un oscuro valle donde sus habitantes comparten la pobreza extrema y las pocas esperanzas de que dicha situación cambie. Las historias son contadas por personajes que conllevan la suerte general de esa tierra golpeada por la explotación del rico y poderoso de turno. Sin embargo, las tres historias derrochan humor negro y sarcásticos comentarios hacia quienes tienen el poder de mejorar la situación de los empleados que hacen crecer sus arcas y no lo hacen. Este aspecto radical de las novelas tiene que ver con las propias experiencias del autor que, nacido en Gales, vivió situaciones de desempleo masivo y pobreza generalizada. En “Oscar”, la primera novela del libro, el protagonista que narra la historia es el sufrido lazarillo de las borracheras descomunales en las que suele caer su patrón (o sea, Oscar), que lo contrató a los efectos de ayudarlo a regresar a su casa, en lo alto de la montaña. Oscar, del cual se destaca su inmensa gordura, es el dueño de la montaña de carbón, de la carbonera y de un puñado de casuchas arracimadas en el fondo del valle. Una vez entonado, comienza cantar con otros borrachines de la taberna hasta que corona la noche explayando su portentoso cuerpacho sobre las prostitutas del lugar. La desprolija vida de Oscar contrasta con las penurias económicas de los lugareños que ni siquiera pueden robar un poco de carbón para calentar sus ateridos cuerpos. El cronista obedece a Oscar, aunque lo tilda en reiterada ocasiones de cerdo, y si bien recibe algunas críticas por estar siempre junto a él (a tal punto que lo conocen como “el muchacho de Oscar”) mantiene una rebeldía latente que en el momento menos pensado desencadena hechos, que a pesar de sus consecuencias no logra mitigar ni sacarlos de la condición en la que viven él y sus vecinos.

“Los filósofos oscuros” son cuatro amigos que se reúnen en el fondo de una taberna, en un espacio reservado a tales fines por el propietario del local, a beber te, aspirar humos de una estufa a leñas disfuncional y conversar sobre las condiciones de vida en las que están inmersos. Aquí, el autor despliega con más intensidad su pensamiento izquierdista y su humor inteligente y sarcástico se hace más punzante. En el mismo tono narrativo que la anterior, el objeto de las críticas es el pastor Emmanuel, que siendo el hijo adoptivo del deplorable dueño de una mina de carbón, cambió el contenido social de sus discursos en la iglesia a instancias de éste ultimo. Incluso, en su juventud, llegó a renunciar al amor de una chica de la cual estaba profundamente enamorado, cuando su padrastro convalecía de una grave enfermedad. Estos amigos, que se llaman a sí mismos los filósofos oscuros, cuentan sus peripecias y las de sus vecinos de las barriadas, recordando viejas historias, que en contraste con el presente, sugieren que los mejores tiempos parecen haber pasado. Al grupo se une Willie, un joven admirador del pastor Emmanuel que intenta convencerlos del halo santo que rodea al veterano hombre de iglesia que ellos conocen demasiado como para dejarse arrobar por sus palabras huecas. Junto a Willie comienzan a cantar escuchando ópera un antiguo gramófono del italiano dueño de la taberna. Al poco tiempo, Willie trae en una ocasión Margaret para que cante con ellos. A través de los cuentos de Willie acerca de Margaret, se enteran que es hija de la señora Radnor que vive en una barriada que está pasando el río. A partir de aquí, comienzan a tejerse conexiones que terminan por vincular pasado y presente que estos amigos aprovechan para urdir un plan que devuelva al pastor Emmanuel el antiguo talante de sus pensamientos.

En la novela que cierra el libro el protagonista es un adolescente flacucho que junto a dos amigos acostumbran a vagar por el bosque en lo alto del valle. El bosque, en el que también se detienen a cantar, es hermoso y bien cuidado por el señor Simeon (homónimo de la novela), quien disfruta escucharlos cantar y que les envía un mandadero con algunos chelines en agradecimiento. Esto hace que el cronista de la historia tenga una buena opinión de Simeon, aun a pesar de los chimentos de las barriadas que dicen que es un hombre viudo, con tres hijas que nunca nadie logra ver. También comentan las sospechas sobre un hombre que hace un tiempo trabajó para Simeon, embarazó a sus hijas y luego desapareció. Estas oscuras habladurías desentonan con la alegría con que éste suele recibir a los tres chicos cuando deambulan por los bosques de su propiedad. En cierta ocasión, Simeon les anuncia que se quedó sin el muchacho que lo ayudaba y contrata al cronista de la historia, que huyendo de los abusos de su antiguo empleador acepta encantado el trabajo. Todo parece estar bien, aunque no logra ver ni rastros de las hijas de Simeon, aun cuando se queda a dormir en el trastero que su nuevo jefe le asignó como dormitorio. Una noche, mientras el leía una vieja novela de vaqueros que encontró por ahí, se abrió la puerta del dormitorio, se asomó fugazmente la cara de una chica que volvió a desaparecer tras un portazo. A este breve encuentro siguieron otras noches, en las cuales oyó, tras la puerta, voces femeninas, llanto de niños, gritos de Simeon, bofetadas. Después de esto, el protagonista descubre, en una noche de borrachera de su nuevo jefe que el amor desmedido hace de los hombres bestias incontrolables.

Indudablemente, uno de los mejores libros que he leído en lo que va del año. Gwyn Thomas, aunque casi desconocido por estos lugares, merece leerse. Su prosa elegante despliega una agudeza intelectual afilada en su contundente humor negro y su disfrutable ironía. Absolutamente recomendable.

Marcelo Rodríguez

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