viernes, 26 de diciembre de 2014

El lado artesanal de la Vida

Parece necesario arrancarle los clavos al Cristo y bajarlo de la muerte ejemplarizante. Hay que aceptar que el milagro de la vida deambule entre nosotros. Parece que hay que volver al Pez del cristianismo primitivo como símbolo de fe, de fecundidad y abundancia. Desde hace 2.000 años la mala nueva es que alguien murió por nuestra culpa. Ya conocemos demasiado de la muerte y de la culpa. Las noticias del mundo son partes médicos de un moribundo. Como si hubiese que abandonar toda esperanza, como si vivir tuviera una larga lista de contraindicaciones. La consigna es salvarse de la ansiedad nuestra de cada día consumiendo cada vez más. Nada debe oler a usado. Todo tiene que ser nuevo, sorprendente y fácil de usar. Tiene que ser rico y adictivo. Hemos perdido la capacidad de esperar pacientemente la ineludible construcción de las cuestiones importantes de la existencia y del valor del tiempo de aprendizaje, de preparación del viaje. Transitamos por la cultura de la hipervelocidad, sin tiempo para las escalas ni para mirar a los costados. Sin reparar en la periferia del mundo donde sobreviven las criaturas sin oportunidad, tribalizadas y discriminadas. Criaturas exiliadas de la prosperidad y la comodidad. Seres de otro mundo que viven en una subcultura cuyos códigos de convivencia parecen difíciles de comprender por quienes corren a ponerse a salvo. Así el mundo se divide cada vez más hasta no reconocernos, fomentando el aislamiento social, las sensaciones de injusticia y venganza, los estímulos para reclamar por medios deshonestos y violentos estar a salvo. Así se naturaliza la delincuencia, la violencia intrafamiliar, los padres y las madres que roban y que matan como modelos para niños que viven situaciones de estigmatización de su entorno social y que establecen vínculos con niños que viven situaciones familiares similares. Esto los deja en un profundo estado de vulnerabilidad en el cual terminan imitando los modelos de los adultos cercanos o calmando la intemperie emocional a través del consumo de drogas. Entonces, se activan los eventos cíclicos de niños que roban y matan y se convierten en “menores” y más tarde en “adultos con antecedentes penales”, a los que hay que combatir con más balas y grilletes. Son lo que pueden ser. Sin embargo, también subyace la violencia en entornos que parecen tener todo para ser felices. La hipocresía y el secretismo atraviesan todos los estratos sociales. La crisis de fe en acciones constructivas y positivas hace difícil establecer vínculos sanos y nutricios. Los referentes han sido eclipsados por una cultura superficial y banalizadora de toda mirada profunda y esclarecedora. La crisis social es más grande y compleja que la rotación de los partidos políticos en la administración de un gobierno. Es que la desintegración social es un negocio rentable para las empresas globales más poderosas que los países. Ellos imponen sus reglas al mundo y mantienen funcionando la rueca del dinero. Nuestra percepción del mundo la fabricamos con fragmentos de información de dudosa fiabilidad. Los informativos son desinformativos y deformativos. Hoy vivimos en la oscuridad absoluta y sin rumbo cierto, experimentamos el hondo desconcierto de la falta de certezas en un mundo peligroso y al acecho. Y aun, cuando eso puede causar la parálisis de la perplejidad es también cierto que la falta de referentes nos da la enorme posibilidad de innovar, de crear algo nuevo. Si admitimos esto podemos ver que no estamos en un mundo sin esperanzas. Es la oportunidad de hacer e involucrarse en hechos que cambien nuestra zona de influencia. Que hagan nuestro entorno mejor. Es necesario rescatar el valor artesanal de la vida. La construcción paciente de los vínculos, de la familia, de los objetos. Todo tiene un tiempo y un espacio. Un tiempo para ser aprendido. Disfrutar el proceso de crecer y de lograr nuestros objetivos a velocidades humanas. Debemos evitar el quererlo todo y quererlo ya. Debemos aprender a transitar por el fracaso con una mirada comprensiva e integradora. Está bien y es necesario equivocarse. Es la forma de aprender conscientemente. Quienes pretendan ahorrarse el camino terminarán caminando más ligero que sus pies y tropezarán más veces de las necesarias antes de saber levantarse. La Vida es fundamentalmente construcción paciente y artesanal de las habilidades. Los invito a dejar salir la creatividad y la pasión por un mundo más auténtico e imperfecto; y no artificial y perfecto, como recién comprado aprovechando los últimos descuentos del shopping de turno. ¡Feliz 2015 para todos!

Marcelo

martes, 7 de octubre de 2014

Frágil


En sus ojos habita toda la luz del mundo
Solamente, cuando me miran, vuelvo a nacer
Yo soy barro y cenizas, sedimento intergaláctico,
Milagro latente
La arenisca prehistórica sube a la superficie enchumbada en petróleo
Incendiándose con tu presencia
Tú activas los prodigios en mis costas solitarias
Nuestros dolores son el punto de equilibrio, tan frágil
Que amenaza nuestra existencia 

domingo, 7 de septiembre de 2014

Sin mí


Convertido en un habitante del humo
Aleteo en la espesura
A ras de un mundo azotado por franjas de gasa
Bajo el hechizo de una primavera oscura y peligrosa
Proliferan criaturas secretas de extraños chillidos 
El tiempo toca las fibras ópticas del alma gastando sus surcos
Nada escapa a la condición de obsolescencia
Y la espera es un acto de subversión
Tras la reja la intemperie es más desoladora
La negrura enceguece y el cielo es espeso como el barro
De nada sirven las alas en un firmamento sin rutas
Sin vientos que sueñen
Sin mí


miércoles, 29 de enero de 2014

La guerra del juego

Se agazapó contra el suelo, sus pupilas se dilataron, la respiración se hizo más intensa y rápida, ensanchó las fosas nasales y apretó en su mano el tronco que llevaba como arma, la sangre fluyó hacia sus piernas y brazos llevando más adrenalina. El mundo era el enemigo, nada más. Los pies se apretaron contra el suelo y comenzó a correr. El depredador inició la cacería, se acercó a la presa y alzando sobre su cabeza el palo lo impulsó con todas sus fuerzas para asestar el golpe fatal sobre el adversario. Siguió naturalmente el instinto de supervivencia. El madero bajó cortando el aire para destrozar el cráneo de la indefensa víctima. Sólo así el fanático hincha de un equipo de fútbol se siente a salvo de la amenaza de los colores del enemigo, como si la vida fuera nada más que un enfermizo arrebato.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Buscadores de la divinidad

Llevamos la finitud en nuestros genes, soñamos con el fin de los tiempos en el borde del mundo, cuando imaginábamos que era como un plato. Los mitos son vestigios evolutivos de nuestras sensaciones intrauterinas, de cuando estábamos en el Paraíso oscuro y tibio, acuático e ingrávido; antes ser expulsados para conocer el mundo y ver la luz que ciega los ojos. Empujados al canal de parto reptamos forcejeando por sobrevivir. Nacer es un acto desagradable para el que nace. Apenas intuimos con nuestras primitivas sensaciones que para vivir hay que llegar al final del túnel donde está luz. Nacer y morir se parecen. Quizá morir es otro nacimiento, la transición a otro estado de la vida. Somos seres divinos que vamos perdiendo el brillo al transcurrir los años de culturización. Nos transformamos en rebeldes de la constitución natural del mundo. Los animales nacen sin perder el Paraíso, viven sin preguntarse, solo transitan con plenitud su presente. Nosotros, los humanos, impugnamos el mundo, lo infestamos, lo modificamos a nuestra imagen y semejanza para añorar siempre la divinidad perdida. Nuestro objetivo es volver a la divinidad, pero sin resignar el conocimiento de cómo funciona el universo. Una comprensión que no sabremos si los animales que llamamos inferiores la tienen (o si la necesitan). Cuando nace un pichón humano nace un buscador eterno y errante, perdido en el inconmensurable mar de la Vida. Sin embargo, no creo que sea necesario dejar de saber como funciona el mundo para hallar la divinidad. Acaso, nuestra divinidad está en las cosas simples: en el abrazo apretado y sentido, en la pausa reflexiva antes de decir algo que lastime a otro, en un acto solidario cualquiera, como ceder el asiento a alguien, o  saludar a la gente por pura gentileza. Nuestra divinidad está en la postura flexible y comprensiva frente a los gestos ajenos que nos duelen y en la imposición de límites sin que eso signifique atacar la personalidad del otro. Nuestra divinidad aparece también cuando escuchamos al otro atentamente y cuando actuamos con espíritu constructivo en beneficio de un mundo mejor. Nuestra divinidad llega cuando logramos hacer todo esto sin dejar de ser fieles a nuestro propio Sentido de Vida. Sin duda, la divinidad es una forma de vivir y de concebir el mundo. Les deseo que en esta Navidad y este 2014 que comienza encuentren su propia divinidad para disfrutarla y para que el mundo evoluciones hacia una lugar mejor, más justo y solidario.
¡Felicidades!
Marcelo

martes, 30 de julio de 2013

La respuesta


Una luz áspera y dura le lastima los ojos. Ella, Patricia Da Souza, siente claustrofobia y un calor sofocante en aquella pequeña celda. Suspira como descomprimiéndose.
A unos metros de la celda está el inquisidor que se menea vagamente entre los arcos de luz. Él espera y Patricia piensa tenaz y sufridamente. Busca una respuesta huidiza que se confunde entre otros nombres y otras fechas. Aparecen lugares, agendas, rostros, sabores, aromas, abrazos, plazas, bibliotecas. Aparece el inquisidor que aún espera y carraspea.
Patricia por momentos parece agonizar en los vértigos fugaces de la memoria. Aquella respuesta –que duda si perder o encontrar- le muestra una antología de sí misma, un collage contaminado peligrosamente de vida privada. Recuerda a Juan, su marido, diciéndole que la ama mientras la abraza; a los niños, Polet y Líber, llegando descalzos y alegres, buscando cobijarse en su cama. También recuerda la última vez que vio a sus padres; a Pedro, su hermano, trayendo la bandeja del asado; y a su hermana Verónica contando un chiste que le hicieron en le facultad. De pronto recuerda al inquisidor que sigue ahí, pisoteando su impaciencia como un perro enjaulado.
Los tiempos se agotan, piensa Patricia y transpira bajo los focos que la iluminan como una lluvia de agujas. Baja la mirada. ¿Cuánto tiempo habrá pasado?. Una eternidad. No puede haber distracciones, eso sería imperdonable, una traición. Mira sus manos sobre aquella diminuta mesada y se aleja para adentro. Vuelve a las fechas y a los lugares. Recompone lentamente la ventanilla de un ómnibus y la orografía de la avenida Ocho de Octubre reptando en los vidrios. Una hora pico, la gente apretada en el pasillo y un bullicio veraniego. Más remotos se oyen los motores y las bocinas. A su lado está sentado alguien obeso –en los ómnibus llenos todos son obesos- , una mujer quizá.
Patricia recuerda las páginas de aquel cuaderno en sus manos, las formas de las letras y el espesor del papel entre sus dedos. Vuelve a leer en el recuerdo lo que ella estaba leyendo. Apenas restaura frases sueltas. Las letras se desdibujan y apenas llegan a ser ejércitos de manchas alineadas metódicamente. Piensa en la pregunta del inquisidor. Un nombre es suficiente. Un nombre y se sentirá en paz. Fuerza sus ojos a mirar el recuerdo más minuciosamente, sin embargo escucha una cumbia y una voz de celofán arrugado... ...que sin temor a equivocarme, en los comercios de la capital, lo abonarán de veinte a veinticinco pesos la unidad. Pero hoy, por tratarse de... Al vendedor, algo desaliñado y sucio, le volcaron la piel sobre los huesos y así lo largaron por la vida. En el recuerdo Patricia sintió lástima por aquel hombre, pero ahora le provoca fastidio. No el hombre, sino la burocracia morosa de la memoria. Necesita que su recuerdo lea. Si al menos pudiera modificar el pasado, manejarlo a su antojo.
Sus ojos del pasado contemplan un momento al vendedor, después miran la ciudad y vuelven al  cuaderno. Patricia sigue ansiosa sus movimientos del ayer. Vuelve a recordar las páginas y aquella caligrafía suya en tinta azul. Lee la Patricia del pasado junto con la Patricia del presente. El recuerdo de sí misma y del ómnibus se contamina y se eclipsa con las imágenes que surgen de los apuntes. La respuesta está cerca.
Patricia ve al inquisidor desde el fondo de su pasado y ve un rostro tenso y limpio bajo un peinado corto, engominado y brillante. Percibe una espera ansiosa y última restregando aquellas manos.
Patricia por fin tose y teme que se le estrangule la voz. Su boca se mueve con cierto temblor de inseguridad y miedo.
-         Fue... fue Manuel Gonzáles- Los ojos le quedaron colgados en el rostro del inquisidor. Buscan una reacción y un pronóstico. Pasan mil años sin respirar.
El inquisidor mira a un costado donde se encuentra el jurado y sonríe como evitándolo.
-         ¡Si,si,si!... ¡Efectivamente! ¡Manuel Gonzáles es la respuesta y nuestra participante número cinco se lleva los doscientos dólares de ésta noche...!
Patricia Da Souza suspira otra vez y se emociona mientras se saca los auriculares y gira en su silla. Llora.

martes, 25 de junio de 2013

El exorcista

Hoy estoy caminando a tientas por mis corredores oscuros. Siento el vértigo del espacio invisible que se abre ante mí. Es un lugar que reconozco, es donde habitan mis miedos. Los demonios me acechan, como si supieran que mis pies están hundidos en el espeso barro de la superstición. Entonces, escribir es un exorcismo, un conjuro que me rescata de mí mismo.

Marcelo Rodríguez